viernes, 23 de agosto de 2013

SIEMPRE HAY UN GUAYAQUIL

¿Qué terminaríamos haciendo con la estancia? ¿La partiríamos en dos? ¿O acaso una cooperativa y asumir pérdidas? Hay mucho para sacar desde dentro de ese campo interminable a orillas del río, una extensión que pertenece a la familia desde hace un siglo. Para definir su destino precisábamos de una decisión importante, pero la reunión se posponía todo el tiempo. El acuerdo para verse llegó, la otra parte representada por un primo me esperaría tranqueras adentro porque vivo lejos y él en cambio, no. Allí estaba sonriente, esperando al pie de su camioneta. Allí estaba yo, colmado de desconfianzas. Ambos desconfiábamos uno del otro pero no había alternativa, el encuentro debía hacerse. Cada uno traería a dos o tres integrantes de la familia para oficiar de testigos. El almuerzo, servido en una mesa de cinco metros comenzó. Transcurrió mucho tiempo entre ensaladas, vino y carnes. Hasta pareció que nunca hubo diferencias. Pero en el fondo jugábamos al TEG, uno estudiaba al de enfrente. De un lado, el hombre de campo, con tiempo más que suficiente para reflexionar en busca de soluciones. De este lado, un tipo de ciudad con cierta saña y ganas de sacarse el problema de encima. En eso andaba la cosa cuando de repente, los dos nos levantamos y con una leve señal nos encaminamos a la fila de los eucaliptus. Los demás se levantaron, pero cayeron fulminados en sus asientos por nuestras miradas. Al cabo de una hora volvimos para encerrarnos en la sala de reuniones, whisky de por medio. Oímos los pasos puertas afuera, el aire se tornó raro. Era el primer día de esa serie de jornadas donde zanjaríamos añejos problemas en busca de un acuerdo equitativo. Los familiares se sorprendieron cuando uno de los dos abandonó la sala, juntó sus cosas y camino hacía su vehículo. El campo siguió como si tal cosa, nunca nadie supo la resolución. Van a pasar siglos y no se sabrá que pasó en aquella reunión misteriosa. No voy a decir qué se dijeron, a qué arreglo llegaron. En toda familia, siempre va a haber alguien que pierda.

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