domingo, 18 de agosto de 2013

FARÀNDULA

La vedette A pelea con la modelito en ascenso B. Un notero del medio L se entera de la trifulca en medio de una recorrida nocturna y da aviso a su jefe, el presentador de la farándula Q. Como no tiene mucho material para mostrar, y precisa contrarrestar versiones de romance que lo involucran con la copera S, ordena poder en marcha a toda su producción para darle letra a la pelea de las citadas vedette y modelito. El hombre conoce su oficio, y logra aumentar el rating de su programa hasta el jueves próximo, tal como estaba previsto. Después, deja caer el affaire para retomarlo al martes siguiente. La vedette A está feliz porque los bolos televisivos se pagan al contado, y así va tirando. La modelito está mejor dotada, por lo que se las puede rebuscar mejor en el barrio más nuevo de la Capital. Igual, agarra viaje y factura. En tanto al presentador Q, que dicho sea, produce su propio envío diario, no tiene tiempo para contar tantos billetes que bien le vienen para sus gastos fuera de presupuesto. El escándalo trepa a tanta altura, que nadie se explica cómo ocurrió y las tapas de las revistas se hacen eco. Se habla de un político involucrado entre las dos jóvenes, y el límite de género informativo comienza a borrarse. El periodista otrora “serio” vio el filón a principios de los 90. Fuera ya sus prejuicios psicobolches, se pronosticó una fortuna con la realización de libros instantáneos que cuentan las fortunas de los empresarios. La edición es un boom, porque el público desearía copiar modelos que la saquen del no me alcanza de todos los días. El periodista M capta al vuelo el asunto modelitos que tres semanas atrás ventiló su colega Q. Y transforma su programejo político en un gallinero donde apenas puede introducir palabra. Su productora, detrás de las cámaras, levanta el pulgar y le muestra planillas del momento. La ecuación es simple: cuánto menos se entienden las palabras cruzadas de las dos chicas incultas, más mide la emisión, y más factura. Al otro día, el público se pregunta qué le pasó a M. Pero a M, hace rato que no le importa nada. Tiene en mente un nuevo libro donde traicionar a sus viejos amigos del rubro. Lo que comenzó como un episodio digno de comentar en un sábado de peluquería, dio vuelta ciertos valores que desde antes venían escorando. El debate no se hizo esperar, y una reunión secreta de periodistas “serios” aconteció en la casa de uno de ellos, en el piso veintipico del barrio del norte. Primero hubo peleas, y después de dos vinos, bromas y principio de acuerdo. Aquella noche, decretaron dejar de lado las categorías para asomar la cabeza en el mundo del espectáculo, que es más divertido en todo caso. Y más rentable. La sociedad, los problemas reales, la economía y la política podían esperar hasta que apareciera una nueva generación de periodistas “preocupados”, que tendrán tiempo para quemar suelas y subir a los codazos.

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