Ese carrito no era como los demás. Era rústico, hecho con cajón para tomates y tenía sólo dos ruedas. Para arrastrarlo, había que poner la soga sobre el hombro y tirar hacía adelante. Aquel carrito, lleno de revistas y libros era feo y pesado, ambos lo sabíamos. Pero tenía algo de épico para esos dos niños emprendedores. Quizás fue el juguete que los impulsó a un futuro mejor. Ese carrito representaba la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario