martes, 17 de septiembre de 2013

ESTE QUÈ...

Vamos a toda velocidad por la avenida Juan Be Justo. Yo, todavía a la espera del carnet miro de reojo las maniobras maestras de Papá. Esquives, piques, la velocidad puesta en el momento justo. Estaba nublado ese día, y era muy joven. En la radio del auto, tango y tango, y la voz engolada del locutor presentador. La música, los sonidos, los olores se presentan en forma de imágenes. Aquel tango floreado, orquestado y con ritmo a lo D´Arienzo fue el mejor. El tecleo furioso del bandoneón al compás del empedrado. Es uno de los recuerdos más lindos junto al viejo. Los dos en silencio, el veterano y el pre colimba. Bajo del ómnibus apurado, llueve caliente en ese pueblo del Brasil. Hasta allí llego sin más brújula que la diversión. ¿Dónde estará la casa de la viejita de la que me hablaron? Las luces de la tarde comienzan a encenderse, en la bahía se reflejan. Para la lluvia y el calor levanta un vapor de las calles de piedra. La viejita me hace pasar, contenta. Me sirve café fuerte y pasteles de banana. Su marido, también inquieto con la visita, se dispone a homenajear al argentino. Camina hacia un viejo combinado, enciende y de una pila de discos saca uno de tango. Uno de los tantos que había comprado. El gaúcho se ríe y me mira, y yo le pido algo movido, más acorde con el ambiente. El tipo me discute, para él, es mucho mejor nuestra música que la suya. Una línea de nostalgia puede notarse en su negra mirada. Soy porteño, superé los 40 y se cumplió la ley. Ya me lo habían dicho y me les cagaba de risa. Te va a gustar, porteñito de Boedo, te va a encantar y te vas a acordar de nosotros los viejos chotos. Lo decían con afecto, quizás por eso tenían razón. Sí, cada vez me gusta más, como cada vez me gusta más la ciudad. No me importa el ambiente ni el reviente. No me importan los viejos carcamanes que se las saben todas. Ya no escucho tantos consejos, ni gauchos ni tangueros. ¿Qué importan los renuncios de Pichuco? La pelea entre minas solo les interesa a ellas. Ojalá perduren el cayengue, la palabra y el honor.