martes, 27 de mayo de 2014

SATIRICÓN

¿Cómo es posible?, se pregunta el chico que no debe tener más de nueve años. La curiosidad abarca su cabecita llena de prohibiciones, represión y rareza. Esa curiosidad irá en aumento con los años, como le pasa a todos los pibes. La revista entra a la casa de alguna manera y es vista y leída a escondidas en un viejo cachivachero de la azotea, o en la terraza misma a la hora en que la mayoría descansa. Las tapas son blancas, los textos y los dibujos, demasiado para él, demasiado para la época. El nene sube las escaleras, porta y comparte el nuevo número sin preguntarse una vez más, quien es el espía que logra colarlas en esa casa de Almagro. Sabe que su padre sabe, alguna vez lo vio sentado a la mesa, murando y sonriendo. Mamá es más cómplice, porque Mamá lee. Igual, el sopor invade todo, las calles, los negocios, la escuela, las charlas entre parientes y el doble sentido. En cambio, la revista blanca es directa. ¡Ay, no tienen miedo éstos tipos! ¡Los van a meter presos, los van a matar! Dice la vecina con algo de razón. No es a partir de 1976 cuando esas cosas comienzan a ocurrir. El nene esconde el número siguiente de la revista, ahora tiene una pista sobre cómo se consiguen. Mira página tras página y las figuras de sus mujeres, las malas palabras, las burlas a los funcionarios, todo sirve para escapar y hacer funcionar el razonamiento. Un día, el nene se pone a pensar. ¿Por qué tanto esconderse sin en la mesa de luz del tío está lleno de Killing? El diario que trae el viejo todas las tardes, ¿no está lleno de sangre? El nene, con toda lógica, no va a esconder más la revista. Y que pase lo que tenga que pasar.

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