martes, 27 de mayo de 2014

DISEÑO Y GUSTO

Mantel de hule un poco roto en los costados por el uso. Medias cosidas, bien disimuladas, pero cosidas al fin. Un póster en la pared a todo color, de un leopardo acechando en la selva. Las letras retorcidas de la firma de mis padres. Una mesa de hierro soldada en una pata, así durante años. Esos pantalones de mi jefe, todopoderoso y sin vergüenzas, pantalones decía, anchos abajo y sin bolsillos. Ese auto en forma de bolita. Aquellas tapas de discos Long Play, ¿Cómo pudimos superarlo? Paredes descascaradas que dejan ver el viejo papel de pared. Chicas con cinturones tan anchos que las abarcaban desde el ombligo hasta las tetas. Imágenes acumuladas de usos y diseños a las que finalmente nos acostumbramos. Pero un día, las neuronas se despiertan. Algún libro, un edificio o la influencia de una persona de buen gusto aparecen. Es un cachetazo a lo conocido. Ese cuadro con formas rectas e irregulares con colores prolijos dentro podría ser una aproximación a lo desconocido. Muy noventa, pero no hay por qué desecharlo. El diseño de un auto con los cromados justos, pero que jamás pasará desapercibido por las calles. Saber que un viejo reloj de agujas con malla vieja, que un zapato nuevo con la suela gastada es de buen gusto. Difícil aprender al buen gusto como difícil juzgar si un diseño es justo o no. El amor por el buen gusto y el diseño debería ser de enseñanza obligatoria en las escuelas, me digo. Y miro alrededor, tratando de ponerme a la altura de una vida más o menos, bien vivida.

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