martes, 27 de mayo de 2014

LA NENA

La nena dibuja y se olvida del mundo. Toma su lapicito de color cualquiera, traza rápido, y rápido corre con la hoja y el dibujo a regalárselo a sus padres. Ella vuelve a sentarse en su banqueta y ya puede hacer una casa con humo y chimenea. Alrededor, el noticiero vuelve a contar no sé cuál crimen. Los padres cambian de canal y las noticias son siempre buenas, pero a la nena no le importa, creo. Una sirena se escucha en la avenida, cada vez más fuerte hasta que luego de unos segundos, cada vez más despacio y lejana. Dos gatos se pelean en el techo. “Ato… ato”, dice la nena señalando el afuera para después, volver a sentarse a dibujar. Vecinos discuten y otro escucha música a todo volumen. Menos mal que todavía, la nena puede ignorar el entorno y dirigir su atención a la hoja. Papá pone en marcha el auto, las valijas están cargadas, Mamá al lado, la nena atrás. Pasa el pasto interminable, las vacas por los costados, el sonido de refilón de otros coches, carteles que distraen, paisajes nunca vistos por la criatura. Pero la nena dibuja y pinta. El mar golpea repetidamente la arena, las gaviotas toman carrera como los aviones y levantan vuelo, las sombrillas se inclinan y la nenita en la carpa, ahora hay más colores, pinceles y hojas blancas enormes. Transcurre el tiempo, comienza el colegio, cambian los presidentes, la gente en la calle frunce el ceño, el tránsito está peor, mueren parientes. La nena está grande, o no tanto, pero todo lo registró cuando nosotros de tan ingenuos, creímos lo contrario. La nena hizo mil quinientas obritas desde que agarró el primer lápiz. En mil de ellas, a su manera, hizo una crónica de lo que para nosotros, ella ignoraba.

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