martes, 27 de mayo de 2014

AMOR

Voy a esa reunión porque estoy aburrido o porque no me queda otra. Pongo cualquier excusa a mi novia y salgo a la calle pensando en cualquier cosa. Llego a destino a horario, toco timbre y me abren. Cuento los pisos a través de la sombra del ascensor y me pregunto cuánto durara todo. Saludo, acepto una cerveza y m siento lejos, en el rincón. Suena el celular, es mi novia. Resoplo y atiendo, la chica está lejos, de viaje. Más distancia igual a más persecución. Estoy bien, ¿y vos? Acá, en lo de Inés, vine a la reunión, la llamada pasa para después. Alguien se sienta al lado, charla para pasar el tiempo, miro el reloj y una remera ajustada a tres metros de distancia. Eso, nada más que una remera que sube de tanto que aprieta. Suena jazz soul, Inés viene a ofrecer algo y se queda charlando. Es rubia, veterana, algo insistente, pero es una amiga. Tocan el timbre, bajan a abrirles. Suben dos amigas, una de ojos negros y la otra, de ojos claros. Presentación, trago y preguntas. Me presentan a la de ojos claros, la miro y me tranquilizo, y ruego para que no me suene el celular. La chica habla poco y transmite mucho. Nos veremos al día siguiente, y al otro. Después, cada semana. Mi novia llama y anuncia su número de vuelo, voy al aeropuerto a buscarla con la cabeza quien sabe dónde. El tiempo decanta, me digo, no hay que insistir si no funciona. Cualquier ocasión sirve para pelear. La chica de ojos claros atiende el teléfono, nos vemos nuevamente, comemos y dormimos juntos. Al otro día me empiezo a enamorar, y ella me dice que también está enamorada. Ahora tengo otra novia.

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