martes, 15 de octubre de 2013

POETAS

Las películas muestran a poetas inspirados, al borde de algún lago o bajo un sol brillante. También, encerrados en un lóbrego cuarto, sentado en alguna mesa despojada y gris. Siempre quise saber si vivían de esas letras encolumnadas. Me costó comprender que cualquier mortal a quien se le entienda y que tenga algo para decir pudiera escribir, aunque para comer trabajara en otros oficios. Cuando la palabra escrita llega al corazón, no hay caso, se queda para siempre. Y siempre se hará lo posible para darla a conocer o para que sirva de refugio. Tuve oportunidad de conocer y trabajar con tipos que hubieran dado cualquier cosa por vivir de las letras. Ninguno de ellos –anónimos o muy conocidos - pudo parar la olla ni con sus poesías escritas en bares u hoteles lujosos. Es posible que sigan esperanzados pero mientras tanto seguirán pagando sus cuentas, ejerciendo el oficio de periodistas, de prenseros o pizzeros. Alguna vez fantaseé con ganarme la vida con una máquina de escribir pero no me dejo llevar por excesivas ilusiones. No tengo tiempo pero sí mucho trabajo. O quizás algún día, cansado ya de esperar esa señal, vuelva a las columnas mensuales del debe y el haber.

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