lunes, 20 de julio de 2015

DIVINA COMEDIA

La crema de vainilla, las tardes de verano, la música que no molesta, la frazada doble en las noches de invierno, la pizza de los sábados, el día del niño, los primeros besos en la boca, aprender a soltar suavemente el embrague, ver salir a un pequeño ser humano se otro ser humano, sentir el viento en la cara en la ruta y en las alturas, la satisfacción del trabajo bien hecho, sentarse a escribir, el amor con respeto, mi ciudad y otras ciudades parecidas, el tipo que te da una mano, el escritor aquel con el que vale la pena sentarse a charlar, el café fuerte y tantas otras cosas. La amenaza, la mano tendida a cambio de algo, la mano que acaricia la cabeza de un chico que será mano de obra, un pariente que no te cierra, una novia pendiente de su familia todo el tiempo, ese coche que no te convencía pero que compraste, la nube al que debe temerse pero que finalmente se aleja, la sensación de que esa reunión no va a repetirse, la conveniencia, la película que compré y que no me dejó nada. El cuero marrón que se va soltando presilla por presilla y va a caer sobre mí, esa tos que nunca para, la mirada para el otro lado del que no se mete, aquellos jóvenes que pensaban igual a uno y que defraudaron, aquellos que se defraudaron, las crisis económicas recurrentes, el terror a… como forma de vida. Seis líneas para el paraíso, cinco para el purgatorio, tres y poco para el infierno. Un balance nada malo.

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