martes, 16 de junio de 2015

ÀNIMO

Paco anda errante en sus pensamientos, triste sin saber por qué. No es nuevo ese sentimiento, lleva ya unos días. Y no puede decir que esté olvidando el tema, poniéndolo en cualquier tacho, tirándolo para adelante. Lo conversó en análisis, lo dio a entender entre sus amigos nuevos, porque ya no quedan las viejas juntas. Quizás por ahí pase la cosa… Paco prende la tele y ve a ese monigote vestido de gala, vestido de periodista. Su mente se transporta hacia el pasado, a aquellos años donde todos eran más o menos iguales, o más o menos pensaban lo mismo. Igual, pensó mientras bajaba las escaleras del subte… no es que el pasado sea mejor. El tren corre a toda velocidad por debajo de la tierra, las curvas son violentas, eso no cambió. Paco se las agarra de cualquier cosa para manifestar su malestar. Trata de diseccionar el drama. Envía mails a sus allegados para ver si cómo él, se despiertan del sopor. Pero ellos no despiertan; imposible que revean sus errores o que salgan de su comodidad. Rápidamente, el objetivo de Paco cambia de punto cardinal. Desde la mesa de un bar de la Plaza de Mayo mira la pirámide y los recuerdos vienen solos. Los gases lacrimógenos cruzan el aire. El señor aquel de bigotes llama a las masas desde del balcón. La gente se da la mano, igualada en la ideología, en lo que quiere para el país, en la ropa raída. Pasó demasiado tiempo y llegaron otros presidentes a quienes echarles toda la culpa de todas las desgracias y todos los cambios. Algunos de aquellos que manifestaban en la plaza la vieron de lejos y saltaron del vagón. Ahora opinan diferente. Paco ve la tele y se da cuenta que el otrora rasposo lleno de buenas intenciones que ahora lustra el piso del canal con su ropa sigue estando del lado de enfrente. Y para su salud mental, repara en que también, el que sigue esgrimiendo aquellas ideas de la plaza amparado en dobles morales es también parte del problema. Buena parte del problema. Paco comienza a sacarse la pesada carga de malestar, esa misma que podría llevarlo a un ataque de nervios o una dolencia en el cuerpo. Y recuerda aquella historia de ese prócer que murió joven, víctima del estrés que le provocó una desilusión. La piedra de Paco es la desilusión. Su tristeza y angustia es ni más ni menos que el sentimiento de desilusión. Deberá borrar caras de su archivo mental para poder seguir adelante.

1 comentario:

  1. muy apropiado el título de esta estampa reciente, frecuentemente repetida. Animo es lo que nos impulsa seguir. Bravo!

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